jueves, 6 de septiembre de 2012

El Barbo

Madrugar mucho y a diario no puede ser bueno. Por una mañana que nos dediquemos a la contemplación y al turismo de cafetería no va a pasar nada.
Hacia las dos de la tarde nos hemos acercado al embalse del Zújar, ese precioso oasis de la Siberia extremeña; La Serena. Se encuentra a tope de su capacidad, provocando que toda su vegetación de orilla entre en el agua. A priori, un escenario ideal para tentar al Black-bass. Pero no ha habido suerte, bien sea por la transparencia de sus aguas que nos delata desde el "pato", por la posición lunar o vaya usted a saber por qué pero, ni siquiera hemos avistado alguno. Eso si, ya de vuelta hacia la playa de comienzo, en uno de estos lances "a la remanguillé" (navegando de espaldas y lance hacia atrás) que hago cuando las cosas están crudas, el "generoso" pez artificial con su terminal de acero (buscando el Lucio en profundidad) se ha quedado trabado en el fondo nada más recoger. Quizás unos seis o siete metros de profundidad. La primera impresión fue la de haber enganchado sin remisión en una piedra o árbol sumergido. Me acerco navegando a intentar no perder el señuelo y me percato que el sitio de enganche se ha desplazado una decena de metros hacia la orilla. Primera carrera potente, el freno echando humo. Se detiene. Aviso a Álvaro, ya navegando lejos de mi, tiene que venir rápido. Hay algo que se mueve al final de la línea, bajo mis aletas, en lo más profundo de la récula. Un Lucio de trofeo, pensamos los dos. Un Lucio de dos dígitos. Álvaro me pide la caña para poder sentir la potencia de ese gran pez. Le cedo los trastos en medio del agua, somos un equipo. Le cuesta unos minutos subir la pieza, a fuerza de freno y caña. Qué aguanten los nudos y la línea. Sale al fin. Es un Barbo! Común? Comizo? Da igual, soprepasa los cuatro kg de peso y tiene la fuerza de un Lucio de diez. Precioso animal. Fotos de rigor, video de la pelea de Álvaro con el Príncipe del embalse y ejemplar de vuelta al agua, donde debe estar. Sin daño alguno.

Al atardecer, nos acercamos a Orellana, al lado del hostal a tentar a los cientos de Black-bass que habitan en él. Esta vez a pié. Treinta y cinco grados de temperatura, un paseo por las orillas y a casa. Antes, alguna foto y, desgraciadamente, también de un gran Lucio deshecho. Maldecimos un rato a quien sacrifica tan bello animal y lo abandona en la orilla, le deseamos lo peor y vuelta a una quimera; captura y suelta con el mayor respeto. Saludos. Mañana toca "pato" en el puente de Carlos V en el Rio Tajo.







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